Mi nombre es Victoria Venosta
y soy artesana en madera.

Creativa por naturaleza, inquieta y curiosa. Siempre me gustó trabajar con las manos. Si bien estudié en diversos talleres y en la universidad, soy mayormente autodidacta, me suelo dejar llevar por el instinto y mi espíritu de búsqueda y amo aprender un poco de todo.

Probé con varias facetas artísticas. Dibujo, pintura, cerámica, diseño textil, pero después de tanto buscar, mi verdadero amor me encontró a mí allá por 1995.
Tenía 23 años y fue cuando hice mi primera cuchara, con un cuchillo de cocina, de una rama de Laurel del fondo de casa.

Desde entonces la madera vive en mí y de alguna forma ese fue el inicio de lo que hoy se llama Maderas Viven.

La madera
no muere.

Todo en la naturaleza se transforma y vuelve a la vida una y otra vez, por eso cada pieza es única y tiene vida propia.

Mis trabajos son a la vez bellos, estéticos,
cómodos y funcionales. Resistentes y cálidos.

Son artesanías hechas
de madera y tiempo.

La vida misma se encargó de ponerme justo donde debía estar; en 1995 viajé por primera vez a Junín de los Andes, Neuquén, con un grupo misionero que ayudaba a las comunidades mapuche. Conocí los bosques de Lenga y a los artesanos de quienes recibí el conocimiento ancestral para trabajar la madera con una herramienta llamada Maichihue, la misma con la que sigo trabajando hasta hoy.

Un par de años después, mientras trabajaba en una maderera, conocí al maestro Blas Ramón Ramos, ebanista, proyectista y dibujante. Con él aprendí la talla de estilo y se puede decir que así el círculo se cerró por completo.

Hoy combino en mis trabajos la técnica artesanal mapuche y la talla tradicional reflejando en cada pieza la esencia de ambos estilos, opuestos y a la vez cercanos.